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claves para interpretar con fundamento la crisis de este nuevo siglo

Por Jaime Pastor

Apoyándose en un enfoque basado en el análisis del sistema-mundo e integrando factores generalmente olvidados o poco valorados, como el energético y ecológico, el sexismo y el racismo, nuestro amigo Ramón nos ofrece una nueva aportación mediante un balance del siglo pasado en torno a dos de los hilos conductores del mismo: la evolución de los Estados y las luchas que se han ido desplegando en distintos planos. Una tarea sin duda de envergadura, parte además de un proyecto de libro más ambicioso que apunta hacia el colapso, de la civilización industrial en un futuro no tan lejano.

Si bien la primera parte aborda el período de «entreguerras», el centro de su atención está en el que se abre a partir de 1945, con la creciente extensión e imposición del «modelo» de Estado-Nación al Sur y el auge y crisis del Estado de bienestar en el Norte, verificándose cada vez más la «paradoja de Offe» a medida que avanza la fase neoliberal inaugurada a comienzos del decenio de los 70. No falta tampoco la referencia a la quiebra del «socialismo real» para acabar constatando el imperio global del capital, pero también los daños provocados por las «terapias de choque» aplicadas y el aumento de los «Estados fallidos».

La segunda parte también aborda, en mi opinión, demasiado rápido, la primera mitad del siglo pasado para pasar pronto a destacar la «revuelta del 68», interpretada en las claves de Wallerstein y del «autonomismo», discutibles en algunos aspectos, sobre todo cuando considera que ya entonces entró en crisis la centralidad obrera (olvidando el papel de la Huelga General en Francia) o que fracasaron también las «nuevas vanguardias» que emergieron frente al fracaso de la izquierda tradicional. Ambos fenómenos son, más bien, característicos del período abierto a partir de los 80 a medida que avanza la contrarrevolución neoliberal, con la consiguiente desestructuración de la clase trabajadora y el «eclipse estratégico» en el que entra la izquierda revolucionaria.

Pero Ramón destaca bien el peso de la «galaxia auto» como punto de partida del auge de los «nuevos movimientos sociales» y, luego, del «movimiento por la justicia global», con el protagonismo de organizaciones como Vía Campesina. Acontecimientos y fenómenos como la caída del «socialismo real» (cuya caracterización como «capitalismo de Estado» queda, sin embargo, sin una explicación suficiente), la emergencia del «islam político» o los «antimovimientos sociales» son también abordados, al igual que los cambios en América Latina. Los apuntes estratégicos con que concluye el autor parecen remitirse, no obstante, a los de Holloway cuando pienso que procesos como los que se están viviendo en lugares como Bolivia demuestran que allí donde surge un bloque disidente de movimientos sociales suficientemente fuerte, el problema del poder y, por tanto –aunque no solo–, del Estado no puede ser obviado si se quiere efectivamente empezar a «cambiar el mundo».

Nos encontramos, por tanto, con una nueva y cualificada contribución del autor, resultado de un enorme esfuerzo de síntesis de todo un siglo que por eso mismo no puede evitar dejar flecos sueltos y vulnerables a la crítica, pero que proporciona al activismo antisistema claves suficientes para poder interpretar con fundamento la crisis de este nuevo siglo.

Reseña publicada en Viento Sur n.º 113, noviembre de 2010

 

  El Estado y la conflictividad político-social

25/01/2011 21:32:23
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