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Pere López: «Can Tunis como mercado de la droga es un estereotipo creado por los medios de comunicación»

Por Àlex Gil / Foto Francesc Sans

Las Casas Baratas del Prat Vermell, luego conocidas como Can Tunis, fueron levantadas en 1929 para no ensombrecer el brillo de la Exposición Internacional de 1929 con poblados de barracas en las faldas de Montjuic. Pere López Sánchez, geógrafo y profesor de la Universitat de Barcelona, recupera la memoria de sus primeros vecinos y el recuerdo de una lucha por la dignidad de una parte de la ciudad olvidada tras la fachada de esplendor olímpico en “Rastros de rostros en un prado rojo (y negro)”, publicada por Virus Editorial.

¿Cómo surge la idea de escribir una historia de Can Tunis?

Este libro es un proyecto que tenía aparcado desde hace tiempo. Siempre he tenido curiosidad por la historia de Barcelona, por la ciudad y cómo se ha vivido en ella. He investigado y he publicado ya algunas cosas sobre esto, por ejemplo, sobre la Semana Trágica, llamada así por la historia oficial, a la que yo prefiero llamar Revolución de Julio de 1909, como la llamaron los obreros de entonces. Quería conocer y explicar cómo la gente del montón, como se definen a mismos muchas veces, los anónimos, en el verano de 1936, que es otra revolución también olvidada, son capaces de llevar a cabo una auténtica revolución social. Cómo esta gente, está preparada y decidida a hacer una revolución. Una revolución que no nace de un día para otro. Es en este punto dónde empieza el libro .Y entonces comienzo a removerlo. Y hay otra historia más personal, claro. Mi padre nació en las barracas de Montjuic y mi madre en la Torrassa, entonces, con este fondo es normal que explique las cosas que explico. Han sido nueve años de trabajo intenso.

 

¿La historia de los barrios obreros de Barcelona es una historia desconocida, ocultada?

 

Me interesan las otras Barcelonas, como las designó Vázquez Montalbán. Detrás de la fachada espléndida que se vende desde el poder político y económico, la ciudad -el aspecto social-, es conocida también por su lucha obrera, por haber sido la Rosa de Fuego a principios del siglo XX. En el imaginario popular obrero, Barcelona ha sido siempre un referente de ebullición social. Desde la primera huelga general que se hace en el estado, en 1855, pasando por la fundación de sindicatos, el bullir anarquista, las revoluciones.... Desde entonces, la ciudad ha tirado por aquí.

 

Hablo de este barrio, pero esto es extrapolable a otras barriadas, por lo general, las más periféricas, como es el caso de las Casas Baratas del Bon Pastor, o en Santa Coloma de Gramenet. Sobre estos lugares, se han explicado las mismas cosas, se han contado historias parecidas.

 

El libro reivindica la memoria de la gente anónima de un barrio marginal. Un barrio que se levanta para erradicar el barraquismo en la ciudad ¿Cómo nace Can Tunis?

 

Hay un problema persistente de barraquismo en Barcelona, un problema que llega hasta la actualidad. Los vecinos de Can Tunis vivían en varios poblados de barracas diseminados por Montjuic. De estas barracas los echan con motivo de las obras por la Exposición Universal de 1929.  Cuando la ciudad quiere recuperar un espacio y mostrar su gran cara, la Barcelona imperial, la cosmopolita, los borrones deben desaparecer, y a partir de aquí nace Can Tunis. Es un proceso constante en Barcelona, y que se ha extendido a la periferia.

 

Intento explicar este proceso, desconocido, y solo explicado desde arriba, por la historia oficial. No hay que olvidar que las “casas baratas”, como se les conocía, son un ejemplo de lo que entendía por política social de la vivienda la dictadura de Primo de Rivera. Y como muestra de esto, que al frente del Patronato encargado de su construcción, se encontraba como comisario regio, el teniente general Milans del Bosch, entonces gobernador civil de Barcelona. En la junta de este Patronato, estaban todas las entidades económicas y empresariales del momento, como la Cámara de Comercio. De hecho no es propiamente una obra municipal, sino privada. Sus impulsores quieren aprovechar las ayudas que se dan al proyecto. Se podría hablar de esto, como un antecedente de la actual especulación inmobiliaria. Al final de una serie de subcontrataciones, los encargados finales de levantar las viviendas serán Fomento de Construcciones y Contratas.

 

Suena actual

 

El primer proyecto, el original, es descomunal, pero se va modificando de manera rápida. De los cinco grupos de viviendas proyectados en su inicio, se acaban construyendo cuatro. Las viviendas se hacen más pequeñas, apenas 36 m2, y sin el huerto original, que acaba siendo un patio. De 491 pasan a más de 600 viviendas, se aprovecha el espacio que tenian en el Prat Vermell y se alza así un grupo de viviendas que ha sido conocido por varios nombres: Can Tunis, Eduardo Aunós, barriada Francisco Ferrer... Hoy día, este barrio está desaparecido. Las viviendas fueron derruidas entre finales de los 80 y principios de los 90.

 

¿Es un barrio para esconder una realidad poco atractiva para el poder?

 

Pienso que si. Se lleva allá a una gente a la que se le llama de todo, desde “murcianos”, que entonces era un insulto semejante al “charnego” de no hace mucho, hasta delincuentes, vagos, maleantes, analfabetos, sucios...Pero ante esta imagen que se tiene, surge otra que tiene que ver muy poco. En abril de 1929, se comienzan a instalar en las casas. En mayo de 1930 se constituye el Ateneo Cultural de Defensa Obrera. Y en abril de 1931, comienza una huelga de alquileres que, incluso, se alargará hasta 1942, con desahucios y con una solidaridad constante entre los vecinos.

 

¿Can Tunis arrastra un estigma de marginalidad desde entonces?

 

Can Tunis carga con el estigma de la droga, de la heroína, es lo que conoce la gente de fuera del barrio, lo que les suena. ¿Qué hay detrás de esto? Intento demostrar que el barrio era un caldo de cultivo de otro tipo de vida. Can Tunis como mercado de la droga es un estereotipo creado por los medios de comunicación. Se crean unos referentes del mal para la ciudad.

 

El entramado asociativo de Can Tunis viene del anarquismo. ¿Ese ideario les señala más ante la Barcelona oficial?

 

El anarquismo es una práctica critica de vida. La ideología son las ideas muertas. La fuerza del anarquismo en España viene de unas prácticas arraigadas en diferentes ámbitos. Ellos, mejor que nadie, saben que es ser obrero y como luchar por su jornal. El anarquismo tiene que ver con la horizontalidad, lo hacemos todo entre todos. La acción directa, entendida de una manera no descarriada, es decir, que no acepto intermediarios.  Por ejemplo, en Can Tunis, se constituyó  una Organización Sanitaria Obrera, una mutua. Llevan a cabo un trabajo sindical y defienden la mejora de las condiciones de vida del barrio. Reivindican un dispensario, una escuela racionalista, no quieren una casa cuartel de la Guardia Civil en el barrio.  Que en ese barrio y en los años 30, tuviesen servicios naturistas y de homeopatía es un logro ahora casi impensable. El barrio es un foco de lucha sindical, es activo. Y no hay que olvidar que aquel tiempo fue un cara a cara terrible contra la patronal y el estado.

 

La CNT, por ejemplo, comparte local con el Ateneo, la mayoría de los vecinos eran militantes del sindicato, aunque también había gente más ligada a la FAI, vecinos que escribían en “Tierra y Libertad”. También de otras opciones, aunque muy pocos. Durante el Bienio negro (1933-1935), muchos optan por entrar en Esquerra Republicana como medio para mantener activa la lucha. Aunque se les tildaba de analfabetos, son capaces de generar una cultura propia.

 

¿Por qué se suele olvidar esto?

 

Porque Barcelona tiene que ser una ciudad competitiva. Ahora el objetivo es el turismo, es una imagen falsa porque las otras Barcelonas son persistentes. No se pueden esconder. Y salen, como pasó en el 36, como en los años 70, o más cercano con el 15M. Es una constante, esta es la riqueza de la ciudad que yo reivindico en el libro. Son otras Barcelonas que son capaces de pensar en otras maneras de vivir el mundo y la ciudad. Todo esto se está repitiendo hasta ahora. Se hicieron las Olimpíadas, se liquida el Camp de la Bota, se hizo el Fòrum, se abre la Diagonal hasta el mar. La historia se repite. Las escalas son diferentes, pero es algo habitual en Barcelona.

Ahora mismo se están creando alternativas en los barrios, de modo cooperativo. Como la experiencia de Can Batlló. El bullir de las otras Barcelonas se mantiene a veces más visible, otras menos. No son otras Barcelonas marginales, son otras ideas de la ciudad, de cómo construirla y de cómo vivir en ella.

 

 

En el libro se da una gran importancia al relato de los propios vecinos, a la historia oral...

 

Aparte de recurrir a los pocos vecinos que aún viven y recuerdan la época anterior a la guerra, las fuentes a las que he recurrido son mucha hemeroteca y archivos. Archivos militares, como el de Ávila, para recuperar las trayectorias de los vecinos que sufrieron consejos de guerra. También a los papeles de Salamanca, o el Instituto de Historia Social, de Amsterdam, dónde están depositados los archivos de la CNT y de la FAI.

 

¿Cómo se ha recibido en el barrio, entre los actuales vecinos, este libro?

 

Había un cierto temor a que se repitiesen los estereotipos habituales, como los reflejados por obras, como las de Paco Candel. Tópicos basados en el tremendismo, en conductas que, en realidad, no se daban. Están contentos que se recupere la memoria del barrio, aunque hayan pasados tantos años. A este miedo a los tópicos, se une el miedo al franquismo, que aún se mantiene. La represión fue feroz, liquida la vida de todo un barrio, pero la memoria de los vecinos se mantiene. Aún así, al principio fue difícil hablar con algunas personas, se resistían a explicar esa historia y preferían mantener su silencio. De todas formas, el balance es positivo, mucha gente se está moviendo ahora para recuperar la historia del barrio y las biografías de sus vecinos.

 

 

¿Seguimos entonces con un olvido interesado?

 

La represión que se produce en Can Tunis comienza de hecho después de mayo de 1937, cuando se liquida el poder anarquista, y en menor medida, el del POUM. A la riqueza de ideas y de actividades que se da durante la segunda parte del 36, le sigue una represión que ya no se para. De las últimas cinco personas fusiladas en Barcelona en diciembre del1938, tres eran de las Casas Baratas de Can Tunis. Unos fusilamientos, que no hay que olvidar, se dan con el visto bueno de Francesc Companys.

 

La proporción de castigo es enorme comparada con otros zonas de Barcelona. Hay 15 fusilados, nueve vecinos del barrio acaban en los campos de concentración nazis. Uno de ellos, incluso, pasa después al gulag soviético, aunque finalmente fue liberado y se estableció en Ucrania. La represión franquista dispersa a muchos vecinos del barrio, que acaban en el exilio. Una veintena de ellos acabaran creando un comité de relaciones en Francia, para mantener el contacto con el interior. También hay maquis en el barrio. Otro de los vecinos es fusilado en 1949, por participar en uno de los intentos anarquistas de acabar con Franco.

 

La Transición, su proceso político, ¿ha contribuido a esto?

 

La Transición intenta esconder la revolución social del 1936, intenta esconder el conflicto. La historia oficial ha olvidado todas estas experiencias, otras ideas de gestionar la ciudad, la economía, los movimientos sociales. Hay una línea de pensamiento, muy seguida y premiada, publicitada por los medios oficiales, que es que en la guerra perdimos todos.  Se crea el mito de una Tercera España, que no tiene nada que ver con el conflicto, con una guerra entre unos revolucionarios y militares fascistas. Se niega la guerra como conflicto social. La mayoría de las novelas históricas pasan muy por alto esto, se pelean dos minorías alejadas de la mayoría y aquí se acaba la historia.

 

¿Deja poso esa lucha por un modelo de ciudad, de sociedad diferente?

 

El afán por una cultura y una educación formativa, todo este poso anarquista persiste y puede revivir en cualquier momento. Es algo que recupera en parte, todo el movimiento 15M, que  a mi personalmente no me gusta demasiado, pero si que hace surgir de nuevo una formas de lucha que parecían desaparecidas. El mercado de las palabras y las palabras del mercado, ese es uno de los debates de lo que está en juego ahora mismo. A mí me gusta recordar las palabras de Anselmo Lorenzo, sobre el “Mar de fuego subterráneo” que se encuentra bajo la ciudad. Lo que esta crisis muestra son ciclos. Mucha gente se creyó el entusiasmo, la bonanza económica, el consumismo, con la crisis vuelve a resurgir todo. Se vuelve a dar valor a la lucha por unas alternativas.

 

Entrevista publicada en Revista R@mbla, en agosto de 2013

 

 

Rastros de rostros en un prado rojo (y negro)

28/08/2013 13:35:46
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