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Las dos vidas del ilusionista

 

Por Albert Martín

Era verano de 2007 y el inspector Jordi, del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), acudía a una cita en un hotel de Barcelona. Se disponía a recibir un sobre con 3.000 euros de manos de los propietarios del Saratoga. Jordi ignoraba que los responsables del prostíbulo le habían denunciado por extorsión y que la Guardia Civil había montado un operativo en torno al hotel para sorprenderle in fraganti. Al verse descubierto, emprendió una vertiginosa huida en coche que duró kilómetros hasta su detención. Para sorpresa de sus captores, el sobre con los 3.000 euros no apareció nunca. Acababa de nacer la Operación Ilusionista.m Sin embargo, Jordi, no llegó a pasar a disposición judicial y siguió trabajando en la Unidad contra redes de inmigración y falsificación documental (Ucrif). En el cuerpo se habló de que gozaba de un trato especial y se aludió a que está emparentado con un funcionario de la Delegación del Gobierno en Catalunya. Entonces ocurrió un turbio suceso en su taquilla. Alguien la forzó y se redactó una minuta que recogía que en su interior había sustancias que podían ser droga, 45 pasaportes de mujeres y joyas que habrían pertenecido a una prostituta. Tiempo después, trasciende que Jordi está de baja por depresión. Y corre el rumor de que alguien se ha presentado a la Fiscalía para hacer una declaración de cuatro horas en que incrimina a mandos de la jefatura superior del CNP en Catalunya de extorsionar a prostíbulos a cambio de su protección.

Aparentemente, nada tenían que ver estos hechos con el Grupo VI de la Brigada Provincial de Información, creada en 1996. Tres años después, un juez se despachaba contra la unidad en una sentencia en que afirmaba que sus informes “parecen redactados por la afortunadamente extinta Brigada Político-Social del franquismo”.

Tiempos convulsos

La unidad nació coincidiendo con la llegada al poder de Aznar, que situó a Julia García Valdecasas como delegada del Gobierno en Catalunya y se convirtió en la bestia negra de los movimientos antisistema
de Catalunya. Fueron los tiempos del desalojo del cine Princesa –que acabó en batalla campal– o de la carga en la Universitat Autònoma coincidiendo con las protestas por la visita de Aznar, que se saldó con 15 heridos.

Una época convulsa para los movimientos alternativos que recuerda ahora el libro Crónicas del 6, de la editorial Virus. Su autor, el periodista David Fernàndez, hace una dura crítica de la política policial de Valdecasas fallecida el pasado febrero–, que valora como “un retorno por el túnel del tiempo a épocas muy oscuras, a la cultura del miedo, en que se equiparaba disidencia a terrorismo”. Los métodos de ese Grupo VI, detalla el autor, incluían el “control de asambleas, infiltrados o interrogatorios sin abogados para controlar a la gente por lo que pensaba, no por lo que hacía”.

Uno de los grandes protagonistas del libro es un inspector del Grupo VI, que fue denunciado hasta cuatro veces por torturas y maltratos. Siempre fue absuelto. Su nombre fue un misterio durante años: en una ocasión se identificó ante la Justicia como Ignacio Moreno, pero según desveló el semanario La Directa, ésa era una identidad falsa. Se le conocía tan sólo por un apodo que le pusieron en el cuerpo por haber sido en su juventud, “el único catalán del CNP e infiltrado en Terra Lliure”, según recuerdan fuentes judiciales. Ese nombre era Jordi.

En marzo de este año, la compleja investigación de la Operación ilusionista impulsada por el juzgado de instrucción número 33 de Barcelona, se cobra sus primeras víctimas. Los dos mayores prostíbulos de Barcelona, el Riviera y el Saratoga, son clausurados. Cinco personas están en la cárcel y hay 19 imputados:
seis agentes del CNP, dos funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona, seis empresarios –cinco relacionados con el ocio nocturno– y tres abogados –uno de ellos, un ex cargo del PP– en uno de los casos más complejos que se recuerdan.

A la espera de que se levante el secreto de sumario, parece evidente que había por lo menos tres tramas corruptas en torno a los prostíbulos. Una de ellas era la que dirigía el inspector José Javier
M.P. Está a la espera juicio en el módulo de seguridad de la cárcel de Quatre Camins. Está acusado, por lo menos, de los delitos de cohecho y obstrucción a la justicia. Lo poco que ha trascendido de la investigación de la juez Elisabeth Castelló es que este detenido fue el primer imputado de la trama y la pieza clave de la investigación. Tras su nombre se escondía un mote: Jordi, antiguo jefe del Grupo VI y pesadilla de los antisistemas, fue quien extorsionó un prostíbulo e hizo desaparecer 3.000 euros, bautizando el caso. Suya era la taquilla forzada y fue él quien tiró de la manta ante el fiscal. Jordi era José Javier M.P., policía de profesión,
ilusionista de vocación.

Reportaje publicado en Público, 12 de abril de 2009

21/05/2009 09:42:42
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