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El testimonio directo de unos libertarios comprometidos y coherentes

 

Por Francisco Malcerán

Cierta historiografía académica y respetuosa con la corrección política y la desmemoria de nuestro reciente pasado se permite el lujo de opinar con un rigor dudoso que «durante el año y medio que siguió a la muerte de Franco hubo, sí, en Madrid y Barcelona algunos mítines multitudinarios -todos los eran en aquellos tiempos-convocados por el movimiento libertario. Algunos creyeron que la «eterna España anarquista» estaba resurgiendo de sus cenizas. Pero no era difícil predecir que no volvería a existir nada semejante a la legendaria CNT. La secularización de la sociedad española, por un lado, y por otro la fuerte expansión y relativa modernización de los servicios públicos, con el  correspondiente crecimiento del Estado, del que hoy es imposible pensar en prescindir, serían las claves que explicarían la erosión de la influencia anarquista. Y esos mismos cambios políticos y culturales convierten en muy poco probable que los años venideros sean de nuevo testigos de un fenómeno similar al anarquismo clásico. Algo muy distinto es que existan núcleos libertarios en universidades o medios artísticos minoritarios. La presencia de «ácratas» solo confirmaría que han pasado a la historia los viejos «anarcosindicalistas» (1).

Estas «científicas» construcciones de un reputado historiador sobre la realidad española ponen de manifiesto que el «muerto» goza de una cierta salud sin más que palpar la realidad fuera de los despachos universitarios o del Centro de Estudios Constitucionales del que el Profesor Alvarez Junco fue Director no hace muchos años. Junto a estos  certificados de «defunción» otro sector importante de la historiografía, en la estela del anterior, señala que el movimiento libertario dejó de existir tras la derrota de las organizaciones populares en Abril de 1939. Aprovechando el centenario del anarquismo en España (¿no querrán decir del anarcosindicalismo organizado, dado que está  «detectada» presencia libertaria en nuestro país desde 1868?), libros, eventos y exposiciones están poniendo sobre el tapete la dinámica histórica del movimiento libertario en nuestro país. Su aportación a la configuración de una cultura obrera y popular, al sindicalismo, al pensamiento libre, está siendo analizada por aquellos que se reclaman de la Idea pero también por historiadores en instituciones que en el marco de la sociedad mediática pretender reforzar estereotipos y visiones acordes a las necesidades e imperativos ideológicos de quienes les mantienen.

Historia compleja frente a visiones cerradas. El cuasi-monopolio de la oposición antifranquista adjudicado al PCE por dicha historiografía se desmonta a poco que se investigue sobre el largo recorrido del movimiento libertario en los años de plomo que van de 1939 a 1977. Las dificultades reales para articular un sindicalismo de acción directa y autogestionario en el marco de una represión brutal, la imposibilidad de seguir la práctica de una cultura obrera y popular dado el peso de la Iglesia católica en el adoctrinamiento de una sociedad en la que primaba el miedo, la ausencia de una estrategia coherente en el movimiento libertario tras las rupturas internas vividas desde Julio de 1936 y los «ajustes de cuentas» ideológicas debidos a la participación en los organismos republicanos en sus diferentes niveles (local, regional o nacional), el duro exilio y la precipitación del combate antifascista debido a la invasión nazi del territorio francés, la lucha por la supervivencia individual en situaciones límite son elementos referenciales para explicar la respuesta organizativa libertaria tanto en España como en el exilio.

La ignorancia de los procesos internos en el seno del movimiento libertario por parte de los historiadores durante ese periodo, la desidia en la investigación de la resistencia sindical organizada por la CNT en el interior, el énfasis en el entrismo en la Organización Sindical franquista por parte del PCE y las nacientes CCOO a comienzos de los años sesenta, vehicula una «corrección» en la estrategia de la lucha antifranquista que se ha convertido en un auténtico canon. La lucha armada de sectores del movimiento libertario calificada de «bandidismo» por el aparato franquista (la escuela terrorista de Toulouse en los términos queridos por los periodistas- policías y propagandistas del régimen) justo cuando se va configurando la política de reconciliación nacional por parte del PCE tras abandonar la lucha guerrillera a finales de los años cuarenta, ha sido analizada en la obra de O. Alberola y A. Gransac aparecida en 1975 en Ediciones del Ruedo Ibérico (2). Una excelente aproximación en la que combina la experiencia del movimiento libertario en el exilio (fundamentalmente francés) con un reflejo de la respuesta que se iba configurando en el movimiento estudiantil y el obrero en España a partir de Mayo de 1968. Se trata de una obra imprescindible para conocer  esos avatares por actores directos y sin ningún tipo de intermediación a-crítica. En esa misma línea, cabe señalar el libro de Salvador Gurrucharri y Tomás Ibáñez, en el que se aborda, en un amplio marco temporal el recorrido de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL):m 1932-39 (orígenes y guerra civil), 1939-57 (clandestinidad y exilio), 1958-61 (prolegómenos para la acción), 1962-63 (la lucha va en serio), 1964-65 (un bienio marcado por el enfrentamiento orgánico), 1966-69 (relanzamiento y ocaso), 1970-75 (disolución en el exilio de la organización FIJL).

Testimonio directo de libertarios comprometidos y coherentes que en un estilo ágil, nos muestran de una manera autocrítica lo que se hizo, lo que se pudo hacer y lo que no llegó a germinar en unas difíciles condiciones tanto internas como externas. Un elemento que permite vislumbrar cómo la acción de oposición directa más allá de las declaraciones redundantes y «correctas» en el propio seno de la CNT del Exilio , sirvió de catalizador no solo para la incorporación al ámbito libertario de las generaciones de jóvenes obreros y estudiantes de nuestro país que no habían vivido la Guerra Civil sino como eje de movilización a nivel internacional no solo de solidaridad antirrepresiva sino también de intentar articular una respuesta a las nuevas formas de dominación del capital y el Estado.Como reflexiones para un balance, que el lector encontrará en el epílogo del libro, aparecen estos cinco elementos:

1. A la luz de las condiciones que imperaban a principios de lo años sesenta tanto en España como en el Movimiento Libertario Español (MLE), ¿tenía sentido lanzar una línea de hostigamiento violento contra el régimen franquista? ¿Fue acertada, o no, la decisión de constituir Defensa Interior (DI) con independencia de cuál fuera su andadura posterior?.

2. A la vista de esa andadura y, especialmente, de las múltiples dificultades que, muy pronto, fueron surgiendo a sus pies, ¿conviene reconsiderar, o no, el juicio sobre el eventual acierto que supuso la adopción de dicha línea?.

3. ¿Tenía sentido que la FIJL, respaldada por un sector de la militancia cenetista, prosiguiera en solitario la línea de acción directa una vez que el acuerdo sobre el DI había sido paralizado y, posteriormente, revocado?.

4. ¿Cuáles fueron los efectos que tuvo la línea de acción violenta sobre el MLE, sobre la evolución
del franquismo y sobre el movimiento anarquista europeo?.

5. En definitiva, con todas sus luces y sus sombras, ¿cómo cabe enjuiciar la trayectoria de lucha que siguió la FIJL en la década de los sesenta? Los autores responden a estas preguntas con una afirmación rotunda en relación con la justeza de la trayectoria descrita en el libro. «Con sus más y sus menos, lo que la FIJL hizo y defendió en los años sesenta representaba, en aquel contexto, una postura con la cual era casi imposible no identificarse desde un antifranquismo auténticamente libertario y mínimamente consecuente. Pero asumir como algo valioso y encomiable aquella trayectoria no significa mitificarla, ni tampoco pretender sustraerla al necesario y saludable enjuiciamiento crítico. En definitiva, un sí inequívoco, ciertamente, pero sin estridencias y plenamente conscientes de las limitaciones y carencias que acompañaron esa trayectoria».

Una exhaustiva cronología de las acciones llevadas a cabo entre 1962 y 1973 así como algunos documentos de apoyo concluyen esta interesante obra que permitirá al lector formarse un criterio propio sobre las luces y sombras de la lucha libertaria contra el franquismo. a modo de conclusión La recuperación de nuestra experiencia histórica debe ser abordada por los propios libertarios antes de que otros la interpreten a su manera (el marchamo académico es una nueva forma de «rigor» a-crítico en el que pesan sobremanera las escuelas de pensamiento y metodología y que resulta más complejo desmontar). Los testimonios directos de los actores de la lucha libertaria no solo durante el franquismo sino también durante la Transición nos permitirán aprender del pasado para actuar hoy.

Notas
1. José Alvarez Junco, «La filosofía política del anarquismo español», en la obra colectiva Tierra y Libertad: Cien años de anarcosindicalismo en España. Coordinada por Julián Casanova. Crítica. Barcelona, 2010. 11-31.
2. Octavio Alberola y Ariane Gransac, El anarquismo español y la acción revolucionaria (1961-1974), Ruedo Ibérico, Paris 1975. Reeditado por Editorial Virus, Barcelona. 2004.

Reseña publicada en Libre Pensamiento n.º 66, otoño de 2010

 

  Insurgencia libertaria

25/01/2011 23:11:08
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