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Darwish ejerció su magisterio de la mejor manera que puede hacerlo un poeta, en sus poemas, pero dejó también constancia de él en las entrevistas que concedió a lo largo de su vida. Como si de lúcidos ensayos se tratara, en ellas reflexiona sobre lo personal y lo común, sobre la poesía en general y la suya en particular, y sobre los asuntos y designios de Palestina y el Mundo Árabe.

Incisivo, ponderado, sardónico en ocasiones, en estas conversaciones de madurez se escucha al Darwish que se sabía un poeta troyano. En estas conversaciones, se desgranan severas observaciones políticas, no exentas de mordacidad o de autocrítica cuando es el caso. Darwish no rehúye hablar de la actualidad política. La suya es una poética de la presencia de Palestina contra el poder de los mitos y los tanques israelíes que, con suerte, concede al poeta ser «palestino» pero no «de Palestina». Lo dejó dicho en un verso memorable: «Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina».

Darwish, que nunca negó que en sus inicios cultivara la poesía de resistencia, reclamó su derecho a una evolución hacia posiciones de universalidad poética. Lo cual, por otra parte, y según su pensamiento, le permitía expresar mejor la tragedia palestina. Si el derecho al fin de la Ocupación y el retorno son parte inseparable del derecho universal a la libertad y la justicia, para Darwish escribir sobre el amor o la belleza refuerzan la humanidad del ser palestino y lo preservan de la contingencia histórica, que lo empuja a la extinción.

Mahmud Darwish Nació en Galilea, Palestina, en 1942 y murió el 9 de agosto de 2008 en Houston, EE.UU. En 1948, su familia se refugió en Líbano. Al volver a su país, había dejado de ser palestino. En 1961, ingresó en una prisión israelí por abandonar sin permiso su domicilio en Haifa. Sufrió sucesivos encarcelamientos hasta que en 1970 abandonó Israel. Viajó por diversos países socialistas y Egipto. Se instaló en Beirut, donde permaneció hasta 1982. Residió en París, Túnez y Ammán, y, tras los Acuerdos de Oslo, regresó a Ramala, una de las escasas ciudades de la Autonomía Palestina. Ha sido director de la revista Temas palestinos y fundador y director de la revista literaria Al Kármel, además de destacado miembro del Centro de Investigaciones Palestinas y, de 1987 a 1993, del Comité Ejecutivo de la OLP. Su obra poética, muy extensa, es una de las más importantes de la literatura árabe contemporánea. Reeditada periódicamente y traducida a las principales lenguas, la suya es una poesía que simboliza una época y a un pueblo. Mural, el «oratorio para su propia muerte», ha sido representado en varias ocasiones en Palestina, pero fue dos semanas después de su fallecimiento, en 2008, cuando se estrenó una de sus versiones en el Festival Internacional de Edimburgo. Memoria para el olvido es la más importante de sus obras en prosa. El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía, en edición de Luz Gómez García, recoge una selección de entrevistas en las que el autor reflexiona sobre su poesía y su vida. Durante la invasión de abril de 2002 de los territorios palestinos, las tropas israelíes destruyeron y saquearon el Centro de Arte Khalil Sakakini y la Casa de la Poesía, así como el propio domicilio de Darwish.

Edición y traducción de Luz Gómez García

Palestina como metáfora - Mahmud Darwish
El enjambre ardiente - Yamen Manai
NAFTALINA - Alia Mamduh
AL-TANKI - Alia Mamduh
OTRO HUESO PARA EL PERRO DE LA TRIBU - Sargon Boulus
A LA LUZ DEL RELÁMPAGO - Matsuo Bashô
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