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Esta es una obra clave del pensamiento revolucionario. Se publicó a la vez que La sociedad del espectáculo, y pronto ambas se convirtieron en los elementos teórico-políticos que articularon la mirada y las experiencias de Mayo del 68 y el situacionismo. En ella se trazan perspectivas para un cambio radical en la vida: desarrollo libre de la individualidad y de una organización social basada en la cooperación, la autonomía y la autogestión.

Vaneigem impulsa al lector a desafiar los roles sociales en los que se le encuadra: estudiante, joven, ciudadano, mujer, hijo, trabajador... Los roles mantienen al individuo alejado permanentemente de su verdadero ser. Aceptar un rol es asumir algo de poder en el juego social, pero también aceptar la sumisión. Escrito bajo las influencias de Spinoza, Fourier, Marx, Nietzsche y Lefebvre, este tratado desarrolla la crítica situacionista a la alienación en la sociedad de consumo, en la que somos esclavos sin amo frente a un Poder cada vez más eficiente gracias a la cibernética. La gente se limita a consumir y sobrevivir: es el instinto de muerte descubierto por Freud y Reich. Para Vaneigem, la vida cotidiana está empobrecida y ha sido reducida; vivimos un nuevo tipo de miseria y vaciamiento existencial, que se extiende no ya solo al trabajo, también al ocio, el descanso y el placer, falseando las relaciones personales. Como resultado, los sujetos sufren una fragmentación y la mutilación de sus vidas. El tratado le da especial importancia al trabajo asalariado, como forma más brutal de domesticación.

Vaneigem destroza el racionalismo ilustrado del hombre occidental, pero también crítica a la izquierda cobarde. A quienes se conforman con el Estado del Bienestar habrá que recordarles que “quienes hacen a medias la revolución no hacen más que cavarse la tumba”. Por otra parte, aquellos que hablan de revolución sin referirse a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor, tienen un cadáver en la boca. Una de las armas para renovar el mundo es el lenguaje -en todas sus variantes-, que debe aventurarse en el terreno de la poesía, la comunicación abierta y lo sensual para enfrentarse al imperio de lo cuantitativo y del cálculo -común al capitalismo y al estalinismo-. De nada sirve el sacrificio y la militancia si niegan la libertad, que es la esencia de la revolución.

En la segunda parte del libro, Vaneigem explora las posibilidades. Habla de invertir la perspectiva: dejar de ver con los ojos de la comunidad alienada, de la ideología, de la familia, de los demás. Hay que recuperar la creatividad y la espontaneidad. Es espontáneo aquello que no surge de una obligación interiorizada en el subconsciente y que además escapa del dominio de la abstracción. Por ello, es necesario reestructurar el subconsciente -como proponía el surrealismo- para potenciar la subjetividad (emociones, pasiones, deseos, goces). El arte, el juego, la diversión, la amistad y lo erótico se despliegan en la pasión creadora, núcleo central de lo revolucionario. Esta nueva edición revisada incluye un opúsculo del autor, Banalidades de base, donde se definen una serie de conceptos sobre la Internacional Situacionista, y una larga entrevista a Vaneigem en la que realiza un repaso sobre su obra.

EL LIBRO DE LOS PLACERES - Raoul Vaneigem
El hombre unidimensional - Herbert Marcuse
Las cárceles de la miseria - Loïc Wacquant
Mi trayectoria intelectual - Norbert Elias
La policía de las familias - Jacques Donzelot
TIEMPO, TRABAJO Y DOMINACIÓN SOCIAL - Moishe Postone
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