Equidistante de la novela y el poema, La bailarina coja es el diario de un lento y doloroso aprendizaje de lla libertad. Desechando la cronología estricta, la autora evoca un poco al azar los episodios de la vida de su protagonista, cuyo mundo se ha escindido entre el restringido círculo familiar y una Naturaleza cuyos elementos -mar, árbol, cielo, nube, lluvia- han adquirido para ella la categoría de personajes.
Una profunda desesperanza impregna la vida de la bailarina. Aunque escasos, hay momentos felices, y ella los guarda como tesoros a los que acude una y otra vez cuando el dolor o la soledad acechan de nuevo. Porque, perdidos los añorados paraísos de la infancia y la adolescencia, sólo quedan el amor y el desamor, la tristeza y la alegría, y, por encima de cualquier otra cosa, la melancolía.