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Hace bastante tiempo que los movimientos sociales dan que hablar en América Latina. Entre los que destacan, sin lugar a duda, los movimientos indígenas. ¿Pero cuáles son y cómo se configuran? ¿Qué los hace realmente antisistémicos? ¿Cuál es la especificidad de los movimientos sociales indígenas? Es lo que Carlos Aguirre se propone responder en Movimientos antisistémicos y cuestión indígena en América Latina. Una visión desde la larga duración histórica. Para ello, recoge el pensamiento crítico desplegado por autores tales como Karl Marx, Immanuel Wallerstein, Fernand Braudel, valiéndose además, de diversos comunicados y documentos elaborados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), entre otros.

De Marx recupera la búsqueda por el fundamento material que subyace en los movimientos sociales, al tiempo que desarrolla la idea de triple transición asociada al fin del capitalismo (de una sociedad burguesa a una nueva sociedad comunista, de una sociedad clasista a una sin clases, del reino de la necesidad al reino de la libertad). De Wallerstein rescata la hipótesis que admite a 1968 como fecha de profunda fractura histórica para el liberalismo. Éste último instituido durante XIX, se mantiene más o menos estable en Occidente, hasta que, entre 1968 con la Revolución Cultural Mundial y 1989 con la caída de los socialismos reales, su hegemonía colapsa. En América Latina es severamente afectada con el Levantamiento Zapatista de 1994. De Fernand Braudel emplea su método analítico, concibiendo así múltiples temporalidades presentes en cada época, al tiempo que enmarca el desarrollo de los movimientos sociales antisistémicos en períodos de tiempo de muy larga, larga y mediana duración. Por último, del movimiento zapatista que toma como referente paradigmático, que asume central al momento de reconocer los diversos movimientos sociales indígenas y no indígenas realmente antisistémicos.

Es sobre la base teórica anteriormente descrita que Carlos Aguirre despliega un balance de los movimientos sociales antisistémicos presentes en América Latina. Se refiere a movimientos urbanos como lo son el movimiento piquetero en Argentina, cierto sector del Barrio 23 de Enero de Caracas, otros movimientos campesinos como las bases del Movimiento Sin Tierra de Brasil, parte de los paros agrarios y campesinos en Colombia, junto a movimientos indígenas tales como el movimiento zapatista en México, el movimiento mapuche en Chile, el sector amazónico de la CONAIE en Ecuador o el movimiento indígena del Cauca en Colombia, entre otros.

El libro se divide en dos capítulos. En el primero, El mapa de los movimientos antisistémicos de América Latina, Carlos Aguirre sostiene la presencia de tres actores importantes en América Latina: la derecha que defiende el neoliberalismo, los movimientos sociales antisistémicos y anticapitalistas junto a las nuevas izquierdas vinculadas a ellos y los gobiernos progresistas. De esto deriva un permanente conflicto entre las burguesías transcionales y burguesías nacionales de cada país de América Latina, que además de sostener la inestabilidad en la región, permite que las clases populares se aparten paulatinamente de la política sistémica, dejando de concebir al Estado como medio de alcanzar sus metas y optando por proyectos genuinamente revolucionarios.

Tras revisar los perfiles que hacen a los movimientos sociales realmente antisistémicos, pasamos al segundo capítulo, La cuestión indígena y los movimientos indígenas en México y en América Latina. Aquí Carlos Aguirre se refiere a la especificidad indígena presente en numerosas organizaciones de América Latina, comenzando por el movimiento zapatista y su última iniciativa: la candidatura presidencial de una mujer indígena, Marichuy. Nos hallamos ante una propuesta realmente anticapitalista y antisistémica, más amplia inclusive, que la desarrollada durante la Otra Campaña años atrás. Por otro lado, la candidatura indígena es también sintomática de las mutaciones desencadenas en los movimientos sociales indígenas y no indígenas a partir de la Revolución Cultural Mundial de 1968, un momento de crisis donde Carlos Aguirre reconoce al menos cinco curvas evolutivas de muy larga, larga o mediana duración según cada caso, que han configurado no sólo al EZLN, sino que a los diversos movimientos sociales realmente anticapitalistas y antisistémicos contemporáneos.

Por último, Carlos Aguirre plantea que la cuestión indígena ha seguido tres posicionamientos desde la Revolución Cultural Mundial de 1968. El primero es un indigenismo reformulado desde arriba, el segundo es el indigenismo fundamentalista, y el tercero reivindica una herencia indígena al tiempo que incorpora la tradición crítica de Europa o de cualquier parte del mundo. ¿Son los movimientos sociales realmente anticapitalistas y antisistémicos, indígenas y no indígenas, los que junto a las nuevas izquierdas afines a ellos, se encuentran realizando actualmente de manera creadora y rebelde el más universal proyecto de una nueva modernidad para la humanidad? Es algo que descubriremos en las páginas de Movimientos antisistémicos y cuestión indígena en América Latina. Una visión desde la larga duración histórica.

Carlos Antonio Aguirre Rojas Investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, con estudios en Economía e Historia. Es director de la revista Contrahistorias, la otra mirada de Clío, desde el 2003, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México desde 1988. Fue nombrado Premio Universidad Nacional en el Área de Investigación en Ciencias Sociales en 2013. Prolífico autor de libros y artículos, encontramos entre sus publicaciones “Microhistoria Italiana. Modo de Empleo” (2009), “Antimanual del mal Historiador” (2002), “Movimientos Antisistémicos. Pensar lo antisistémico en el siglo XXI” (2010), “América Latina en la encrucijada” (2005) y “Contrahistoria de la Revolución Mexicana” (2009). Sus libros han nacido en distintas partes del mundo, a través de grandes y (mucho más) pequeñas editoriales de México, Guatemala, Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Brasil, pero también en China, Italia, Francia, Alemania, Rusia, España, Hungría, entre otras. No es la primera vez que publica en Chile, pero poco comparado con otros países, situación que Quimantú espera subsanar en el corto plazo.

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